2b) Corzo: "Educar es otra cosa"

 


2b) Educar es otra cosa

Esta conferencia de José Luis Corzo, Sch.P nos ofrece elementos esenciales de su pensamiento que nos ayudan a a seguir apropiándonos de un método de reflexión pedagógica que nos permita pensar lo educativo y lo académico en el impulso de la Misión Calasancia en nuestro colegio.

Al fin de cuentas... ¿qué es educar?



2 a) Corzo: "Con la Escuela hemos topado"


 Con la Escuela hemos topado. Y unas notas de teología de la Educación es un libro de José Luis Corzo Sch. P. editado en la Colección EDUCAR. PPC 2020.

Los temas que aborda son bien conocidos para los que seguimos sus reflexiones y tenemos simpatía por la pedagogía de d. Milani, de Pablo Freire y de San José de Calasanz, comprometidos por la educación de los últimos de la sociedad.

Para entender el pensamiento de Corzo hay que conocer un poco su experiencia personal que narra en primera persona en el último capítulo del libro. Con un encuentro providencial, su vida da un vuelco: “Me pidieron ir algunas tardes a una doposcuola en medio de las chabolas y una universitaria romana me oyó reñir a los niños revoltosos y amenazarlos con no dejarlos volver a los repasos si no venían a estudiar y no molestar a los demás: Tú expulsas precisamente a los que nosotros más queremos ayudar. No vuelvas. Léete este libro, -me dijo- Era la Carta a una maestra de los alumnos de Barbiana (…) Aquella lectura me impresionó tanto que todo parecía nuevo, hasta mi vocación de escolapio” (p. 82).

Los escritos de d. Lorenzo Milani despiertan en José Luis la vocación cristiana y escolapia de educar con pasión a los más necesitados, siguiendo los pasos de Calasanz. Era momento de aplicar el Concilio Vaticano II, que en la declaración sobre la educación nos dejó claro que las escuelas católicas deben ofrecen su servicio educativo en primer lugar a “aquellos que están desprovistos de los bienes de fortuna, a los que se ven privados de la ayuda y del afecto de la familia, o que están lejos del don de la fe” (GE nº9). Muchos religiosos, algunos de ellos con mucha audacia y grandes obstáculos, buscaron caminos nuevos para actualizar el carisma fundacional. Corzo fue uno de ellos.

Después de describir algunos hechos que manifiestan cierto agotamiento de la escuela, el autor recoge en las primeras páginas cuál es su intención al escribir este libro: “Todos estos hechos me hicieron cultivar casi en solitario la teología de la educación que algunos adivinarán en estas páginas. Sirven para entender la relación entre lo educativo y la fe en el evangelio”.

En el capítulo central defiende la escuela como una institución muy valiosa que instruye a los pobres para que puedan vivir mejor, como decía Calasanz en el memorial al cardenal Tonti: ministerio que consiste en la buena educación de los muchachos en cuanto que de ella depende todo el resto del buen o mal vivir del hombre futuro.

Hay tres capítulos auxiliares del capítulo central. En el primero “Nadie educa a nadie” desarrolla el concepto de educación unido al de instrucción, sin oposición entre ellos. Recuerda la perspectiva que tiene Pablo Freire de la educación: “Nadie educa a nadie, nos educamos juntos, mediatizados por el mundo” y el valor que D. Lorenzo Milani da a la palabra como herramienta educativa que ayuda a los alumnos a ser más libres y responsables.

En el segundo capítulo describe cómo es la juventud de hoy y los grandes cambios que la sociedad vive en la actualidad. “Hay tres grandes seísmos culturales que deben tenerse muy en cuenta: el primero, que el mundo actual se ha quedado sin Dios. Segundo, que las palabras ya no responden a la realidad, de tantas, tan huecas y efímeras como las hay. Y tres, que no hay tope moral o científico para que todo sea posible” (p. 77). Sin embargo, hay seísmos ventajosos como los movimientos pacifistas, ecologistas y feministas que luchan por un mundo mejor.

En el tercer capítulo desarrolla la pedagogía de dos grandes maestros: Lorenzo Milani y Pablo Freire. Corzo recoge las grandes coincidencias que hay entre ellos y se centra en el valor que ambos dan a “la palabra” como herramienta para tomar conciencia de la propia dignidad y situarse en el mundo.  Recoge hermosas anécdotas de ambos autores que ilustran su pedagogía.

Seguidamente hay dos capítulos agrupados bajo el epígrafe “Teología de la educación” donde el autor nos ofrece algunas luces pedagógicas desde el evangelio y presenta algunos documentos actuales que tienen relevancia educativa: la encíclica Laudato SiEducar al humanismo solidario, una perspectiva crítica sobre el Sínodo sobre los jóvenes que se olvidó de la Escuela y la Exhortación apostólica Christus vivit

Para terminar, dos convicciones: la primera es que hay que desarrollar un modelo educativo más acorde a la naturaleza humana que relaciones –a través de símbolos- con lo otro, los otros y lo Otro. y la segunda es que “la educación y la fe cristiana se nutren del mismo sustrato terrenal, la vida y la cultura de los pueblos”.

Cierra el libro con un capítulo que narra la historia de una obra educativa que José Luis Corzo inició en Salamanca a inicios de los años setenta con un grupo de escolapios: la Casa-Escuela Santiago 1. Años después, la Granja Escuela Lorenzo Milani y la escuela de formación profesional. Actualmente, el proyecto pertenece a las Escuelas Pías Betania y abarca casas de acogida para menores en situación de riesgo social y una formación profesional con los tres grados.

Extracto de la reseña hecha por P. Javier Alonso Sch. P.

2) Pensar la educación... y la escuela


2) PENSAR LA EDUCACIÓN... y la escuela

Como Consejo Académico nos compete pensar lo pedagógico y lo educativo conjugando los elementos esenciales de la MISIÓN CALASANCIA con los desafíos concretos de la realidad de nuestros estudiantes en el contexto práctico del día a día de nuestra institución.

¿Cómo aprender este ejercicio de pensamiento pedagógico escolapio sin caer en teorizaciones intelectualistas ni en pragmatismos superficiales?

En la educación hay un elemento "paradigmático": confrontarse con un "modelo" o "paradigma" para aprender a partir de la experiencia de los que encarnan y viven lo que enseñan.

Hoy queremos aprender de un escolapio (educador, pedagogo, teólogo, escritor, docente...).  Leamos una entrevista que le hicieron a propósito de la publicación de su libro "Con la escuela hemos topado".

Al escolapio José Luis Corzo (Madrid, 1943) le cambió la vida darse de frente con las ideas de Lorenzo Milani. Ocurrió en Roma en los años 60, cuando alguien le recomendó leer Carta a una maestra, la obra más conocida del sacerdote y pedagogo italiano. Así conoció una propuesta radicalmente igualitaria que le supuso tanto una cura de humildad como la apertura de su horizonte educativo. Al volver a España, fundó en Salamanca un centro de FP (Santiago 1) inspirado en Barbiana, la escuela donde Milani llevara a la práctica su decálogo.

En su nuevo libro, Con la escuela hemos topado (PPC), Corzo –también declarado deudor de Paulo Freire– aborda sus temas predilectos: el vínculo entre iglesia y escuela, la diferencia esencial entre instruir y educar, el imperativo de construir un sistema que compense las desigualdades. Expone que la escuela es víctima de ninguneo y menosprecio, casi de maltrato. Pero aduce motivos para la esperanza.

Asegura que ese desprecio supone la “victoria solapada y real de los poderes fácticos, que nos prefieren semianalfabetos y poco críticos”. ¿A quién se refiere?
—Al sistema económico neoliberal y todos los que están en su salsa. En el modelo hegemónico, la capacidad crítica es una de las cosas en las que menos se piensa. La escuela actual propone una adaptación al sistema, no la crítica desde una cierta distancia.

Insiste en que el profesor debe proponer desafíos en clase con un afán transformador.
—No deben ser ocurrencias, un desafío para esta semana y otro para la semana que viene. La propia realidad ya ofrece suficientes desafíos para que la escuela sea una caja de resonancia de la vida misma, y no de las asignaturas, el programa o la ley de Educación de turno.

Pero la elección de esos desafíos siempre comporta un alto grado de subjetividad. Para un profesor, será el cambio climático. Para otro, la mejora de la competitividad.
—Me gusta la idea de desafío en Freire: algo que nos incordia e incomoda. El peligro de subjetividad se neutraliza escuchando a los alumnos. Ellos también saben cuáles son los principales desafíos que les va planteando su propia experiencia. También ayuda entenderlos no solo desde lo negativo: apreciar la belleza puede ser un gran desafío.

Se ha hartado de decir que la misión esencial de la escuela es instruir, no educar. Sin embargo, para usted la escuela contribuye a la educación. ¿Es difícil establecer los límites?
—Es fácil y no tanto. La instrucción es el conocimiento acumulado de la humanidad. Hay que aprender a saber, pero también ser conscientes de lo mucho que ignoramos. Si ese conocimiento cae en un recipiente que aún no ha muerto, crea provocación, sobre todo en mi relación con eso que acabo de aprender. Esa relación ya es mi crecimiento, mi propia maduración, me configura, y es, propiamente, mi Educación.

Y ese proceso relacional se desarrolla en la escuela, pero no solo.
—Me fastidia que se atribuya a la escuela el monopolio de la Educación, cuando se trata de un proceso que ocurre en cualquier lugar desde la infancia hasta que morimos.

Es el chaval quien se educa en sus relaciones.
—No es tanto que se eduque a sí mismo, sino que nos educamos juntos.

Aborrece los intentos por moldear al alumno. Como docente, ¿ha pensado alguna vez que lo estaba haciendo?
—Pocas veces, ya que siempre he evitado utilizar el verbo educar de forma transitiva. Yo TE educo, yo TE moldeo, yo TE maduro. Yo te maduro… [se sonríe con ironía]. Educar no es transitivo, como algo que se produce de un recipiente a otro. Como profesor, yo enseño, pero procuro, siempre que puedo, provocar la reacción relacional de los alumnos con aquello que estamos aprendiendo.

¿Ha topado con mucha incomprensión al entender la diferencia entre instrucción y educación? Habrá, supongo, quien ha interpretado instruir como un acto neutro, aséptico.
—La escuela no puede ser aséptica, pero sí debe ser respetuosa con las opciones ideológicas de las familias. Y ha de ser crítica. Pero la crítica no viene del profesor, sino que este la induce en los alumnos.

En ese fomento de la crítica, es difícil para un profesor abstraerse de sus propias ideas y prejuicios. Para no moldear, tiene que hacer un ejercicio consciente de…
—De respeto ante todo. Yo sé, como docente, que hay alumnos y sus familias que no comparten mis ideas, o las del ministro. A mí no me pagan para que convierta a esos niños, sino para ayudarles a que se planteen críticamente lo que estamos estudiando.

Ese respeto a la diversidad de opciones no es, en su libro, incompatible con otro pilar básico: los padres no son propietarios de sus hijos.
—El niño no es de su padre ni de su madre, ni de ambos juntos. ¡El niño es suyo, de él! Esa noción de propiedad… es un disparate.

¿Entonces las familias tampoco deben moldear? Cualquier padre o madre tiene sus valores, y piensa que son los buenos. Es lógico que quiera transmitirlos.
—Eso hay que repensarlo muy mucho, con mucha finura. Manipular es una tendencia humana, pero es egoista. Y pobre. Hacer a los hijos a imagen y semejanza. Es curioso, porque esa frase bíblica supone —por muchos motivos teológicos que sería divertido explicar— la libertad. Hacerlos a imagen y semejanza es hacerlos libres. ¿Dónde está el espíritu de Dios, que es por el que nos hacemos semejantes? En la libertad.

Otra propuesta suya que a muchos sonará paradójica: una escuela completamente aconfensional pero más cristiana.
—Más cristiana no significa más identitaria, sino más profundamente coincidente con lo mejor del Evangelio, que es secular. Jesucristo era un laico, por eso hablaba de una manera universal que pudiera entender cualquiera. Ese no quebrar la caña para que siga viviendo: eso es Educación, porque es viviendo como nos educamos.

Esa escuela más cristiana tiene un objetivo claro: priorizar a los más desfavorecidos.
—En cuanto a instrucción, sí, su prioridad son los pobres. Como decía el cardenal Gabriel Garrone, si la iglesia enseña preferentemente a miembros de una clase social privilegiada, contribuye a robustecer un orden social injusto. Pero en cuanto a Educación, una escuela es cristiana no porque enseñe la fe y la moral. Desde mi punto de vista, es cristiana porque se pega a la vida misma y trabaja sobre las relaciones del alumno, cristiano o no, con la realidad.

Tomado de

1) El Consejo Académico como EQUIPO DE MISIÓN COMPARTIDA

 


1) EL CONSEJO ACADÉMICO COMO EQUIPO DE MISIÓN COMPARTIDA

Queremos profundizar cada vez más en los fundamentos del CONSEJO ACADÉMICO del Colegio Calasanz de Medellín como un auténtico EQUIPO DE MISIÓN COMPARTIDA.

Se trata por supuesto de la MISIÓN CALASANCIA (del Ministerio Escolapio), que como Colegio Calasanz nos define, nos determina, nos da sentido y orientación en todo lo que somos y hacemos; y que nosotros como el Equipo que en el Colegio tiene la responsabilidad de "trabajar" la dimensión académica de nuestra institución, asumimos con alegría y esperanza.

Para asumir, pues, así esta tarea necesitamos como Equipo reflexionar juntos permanentemente cuál es la dimensión académica de la Misión Calasancia en nuestro Colegio. O con otras palabras: ¿cuál es el aporte de lo académico a la Misión Calasancia que se despliega en nuestro Colegio?

Nos sentimos y reconocemos complementarios de los otros Equipos de Misión Compartida del Colegio Calasanz, sabiendo que cada Equipo aporta en esta lógica de complementariedad a la Misión Calasancia: Consejo de Rectoría, Consejo Económico, Equipo de Pastoral...

Para llevar a buen término esta labor utilizaremos este Blog para ahondar en la sabiduría pedagógica de Calasanz, aprendiendo de él, en primer lugar, cuál es la misión educativa que nos ha sido confiada.

2b) Corzo: "Educar es otra cosa"

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